As nubes están baixas e forman remuíños de néboa entre as casas. Está amencendo e o sol esperta invisible, tra-lo branco impoluto e silencioso que cubre a vila. Non hai ninguén polas rúas, debo se-lo único que goza da pureza húmida das mañás. Un día novo e o mundo parece recén sacado do paquete. Prendo un cigarro e o fume mestúrase lentamente co fresco arrecendo das nubes. O silencio só se ve perturbado polos perdidos chíos dos páxaros e o chisporroteo case inaudible do tabaco queimándose con cada calada. É un bo momento para pensar, ou para deixa-la mente en branco e permitir vagar libremente a imaxinación, os recordos. Lembro... o día que atopei aquela casa no medio do monte. Últimamente vénme moito á cabeza aquela imaxe: a casa, abandonada, erguéndose entre carballos e castiñeiros nun falido alarde de superioridade. Moitas veces creo desexar que aquelo non tivera pasado nunca, que non houbera entrado nin lido aquel libro agochado na lacena. Agora ese libro descansa no fondo dun caixón da miña mesiña de noite. Sei que non podo volver atrás, pero iso non quita que non o desexe fugazmente nalgúns momentos. O libro... o colgante... Non sei a quen ou a que despertei. Quizais sexa unha porta da miña alma que abrín sen saber sequera da súa existencia.
*============* Traducción *============*
Las nubes están bajas y forman remolinos de niebla entre las casas. Está amaneciendo y el sol se despierta invisible, tras el blanco impoluto y silencioso que cubre la villa. No hay nadie por las calles, debo ser el único que goza con la pureza húmeda de la mañana. Un día nuevo y el mundo parece recién sacado del paquete. Enciendo un cigarro y el humo se mezcla lentamente con el fresco perfume de las nubes. El silencio sólo se ve perturbado por los perdidos gritos de los pájaros y el chisporroteo casi inaudible del tabaco quemándose con cada calada. Es un buen momento para pensar, o para dejar la mente ne blanco y permitir vagar libremente la imaginación, los recuerdos.
Me acuerdo... del día que encontré aquella casa en el medio del monte. Últimamente se me viene mucho a la cabeza aquella imagen: la casa, abandonada, levantándose entre robles y castaños en un fallido alarde de superioridad. Muchas veces creo desear que aquello no hubiese pasado nunca, que no hubiera entrado ni leído aquel libro escondido en el arcón del pan. Ahora ese libro descansa en el fondo de un cajón en mi mesilla. Sé que no puedo volver atrás, pero eso no evita que lo desee fugazmente en algunos momentos. El libro... el colgante... no sé a quién o a qué he despertado. Quizá sea una puerta de mi alma que he abierto sin saber tan siquiera de su existencia.
Aún no ha amanecido y desapareces. Puedo oler tu brisa oculta en el fondo de la almohada. Tu calor, perdido en el viento, encuentra un hogar en mi piel hecha de lino seco. Mientras te respiro siento como me arden los ojos, como mis sueños se mecen entre el ácido que baña mi luz.
Soledad.
Alguien aúlla tras la puerta, no me importa. Sólo miro cómo se desvanece mi cielo y todo vuelve a ser oscuridad.
...y miraba hacia mí. Le dí un nombre y quedó para siempre enganchado a mi sangre, ennegreciendola poco a poco, convirtiendola en ponzoñoso veneno del que nunca me conseguiré librar.
Y aquello se acerco para verme, para mirarme, para olerme y no le supe decir que no. Apareció y recorrió mi cuerpo curioseando y yo solo recuerdo aquellos ojos.
Aquello tenia ojos y orejas y nariz y boca y extremidades y tronco, y andaba y se movía y se acercaba a mi y se volvía a alejar para mirarme.
"Estimada Cristina: Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario (...)(...) y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.
Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo. COSAS QUE DESEO CONSERVAR:
- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina. - El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra. - El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar. - La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos. - La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho. - El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor. - Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres. - Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti). COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ:
- Los silencios. - Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina. - El sabor acre de los insultos y reproches. - La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío. - Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa. - El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él. - Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle. - Jorge y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.
Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso:... objetos. Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado (.......) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento. Afectuosamente, Roberto."
>NOTA: Carta Ganadora del III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor. >Si deseas reenviarlo, no modifiques ni borres, hazlo tal cual lo recibes. Gracias.
Mi mente se funde con la tuya, a lo lejos, en el horizonte. Pienso en ti una vez más, lejana y desconocida. Sé pronto vendrás a encontrarte conmigo. El olor de tu espíritu es tenue aún, más cercano a medida que pasa el tiempo. Destruirás el cuerpo y arrancarás mi alma pusilánime de él para encerrarla luego en un pequeño vaso de fino cristal. Ya he dejado algún trocito escondido en algún lugar, lejos, en las montañas. Me robarás el espíritu, pero no todo. Aún podré ser luz en el brillo de alguna mirada. Buscarás lo que no te pertenece, las miradas se funden con el viento y caminan de una vida a otra. Búscame y llévame al infierno, no responderé a tus plegarias, puedes dejar tu azada de lado: no puedes cortar lo que no es tuyo plenamente. Ni destruirlo, ni detenerlo. Si no me posees no puedes dominarme.
Te espero con anhelo, amarga felicidad de lo que se aproxima. Puedo ver tu silueta oscura fundiéndose con el amanecer de la noche y olfateando mi ser. Encontrarme entre tantos será difícil, pero no imposible. Estaré de pie en el umbral cuando aparezcas, dispuesto a mirarte a la cara, a no apartar la vista mientras me arrebatas mi don más preciado. ¿Puedes evitar enamorarte de mí? Soy el único que te aprecia, que te comprende, porque siento tus pensamientos fluír a través de los míos y no huyo. No te tengo miedo, ni desprecio. Sólo te espero, feliz por poder entenderte. El dolor que produces cuando te acercas no me hace nada. Moriré, y no podrás acogerme en tu seno, dulce ángel de la oscuridad.
Fana era una pequeña niña de piel clara y ojos azules. A Fana le gustaba reír cuando era mas niña disfrutaba de una vida un tanto traquíla y alejada de los problemas de los adultos en la pequeña aldea de Bela Crkva, un sitio pequeño y agradable de sana gente del campo que no se metían en problemas. Fana sabia que los mayores tenían problemas sus papás decían que había hombres malos que querían vivir donde vivían ellos y Fana no lo entendía. ¿Por qué hay hombres que quieren vivir en casa de papá y de mamá?. Fana se tubo que ir de Bela Crkva, un día sus papás le dijeron que los hombres malos venían y que se tenia que ir con su Tia a la capital, a Prístina, en una pequeña casa cerca del barrio de Dragodan y ella no entendió por que mamá lloraba y papá tenia el gesto duro, no entendió por que no se iban con ella si venían los hombres malos y ella también lloraba mucho.
Pasaron los días y la Tia era muy buena con Fana, le daba de comer y la vestía y la acunaba y contaba cuentos alegres cuando en la calle sonaban las sirenas, ella quería mucho a la Tia y se lo decía pero por las noches Fana lloraba por que echaba de menos a su mamá y a su papá y quería volver a la aldea, en la escuela de primaria habia niños que le decian que sus papás estaba en el cielo y a Fana se le hacia un nudo en el estomago y le picaban los ojos pero no queria llorar por que cuando salió de Bela Crkva sus mamá le habia dicho que tenia que ser fuerte, que durante los años su pueblo había sido fuerte y que ella tenia que dar la talla. Y le pegaba a los niños que decian cosas malas y no les quería creer y la maestra le reñia y le mandaba notas a casa, cuando su Tia preguntaba Fana le decia que los niños decían que papá y mamá no volverían.
-¿A que no Tia? ¿Papá y mamá están bien verdad? Papá les pegará a los hombres malos. ¿Cuándo vamos a volver?
Y la Tia no decía nada, se daba la vuelta y nunca castigaba a Fana por que era, en el resto de las cosas, una niña muy buena.
Pasaron más días y Fana volvió como cada mañana al colegio de primaria de Prístina donde la Tia la llevaba para que estudiase y de mayor fuese una niña muy lista. Esa mañana se oyeron voces raras en el pasillo de la escuela y pasos fuertes de pies grandes y Fana tubo miedo, el director del cole entró en la clase y dijo a los niños que tenían visita y Fana creyó que los hombres malos habían llegado pero en lugar de eso aparecieron unos señores muy divertidos vestidos de colores con narices rojas algunos y con la cara pintada de blanco otros, traían globos y cositas divertidas y los niños se divirtieron. Luego fueron con ellos hasta la plaza donde había un escenario grande y todos se sentaron en el suelo, Fana se sentó con sus amiguitas y vieron como esa gente vestida de colores hacía cosas bonitas y Fana se rió de nuevo, después de mucho tiempo, y se olvidó de lo que decían los niños y los hombres malos y se acordó de cuando jugaba con su papá pero no era un recuerdo triste, era alegre por que eran buenos momentos.
Y Fana volvió a casa contenta y feliz por que lo había pasado muy bien en el cole y cuando se bajó del coche de su Tia, ya llegando a casa, vió que había un coche negro en la puerta aparcado y que la puerta estaba abierta. La Tia no dijo nada y agarro a Fana muy fuerte y ella no entendió por qué. En el salón estaban dos señores raros vestidos de traje, elegantes y se pusieron de pié, la Tia apretó mucho más a Fana y los señores desconocidos se apartaron y sentados en el sofá estaban papá y mamá bastante mas delgados y con el pelo grisáceo pero eran ellos, Fana corrió y se dieron un gran abrazo largo rato les dijo Sabia que volveríais, hoy vinieron unos señores a hacernos reír y supe que hoy sería un día feliz.
Algún dia, cuando sea grande, papá le contará a Fana como se libraron de las matanzas de Bela Crkva escondidos debajo de la tierra, pero eso no era lo importante, lo importante era que estaban otra vez juntos y desde entonces el recuerdo de esos señores de colores con las caras pintadas le trae a Fana un sinfín de felicidad.
Soledad. Dunas de sangre en un mar de sal. Un desierto de hielo manchado de óxido. Desesperación descontrolada en tu mirada. Mi mirada. Trozos de cristal esparcidos en forma de lágrima. Un vaso que cae y se desborda, pero no rompe. Es más fuerte que el tiempo. Unas iniciales gravadas en el borde.
Lágrimas de terciopelo negro rotas por el viento humedecen mis labios en una caricia fresca y eterna. Miro más allá del cementerio y veo luz en las ventanas. Gente que cocina, que sonríe, que duerme y no me recuerda. Yo he estado ahí, al otro lado de las lápidas.
En el suelo, serpientes en forma de roca. Se retuercen como el humo y me llenan de odio. Odio que no deseo y que se convierte en llanto.
El cabello oscuro de la muerte ondea a mi lado, y su perfume me embriaga en una borrachera de lucidez y éxtasis nacarado.
Un susurro roza mi oído, tu aliento desde el otro lado de la almohada. Abrázame y acompáñame en mi sueño. Un beso en mi espalda, tibio y fresco como una fresa recién cortada. Soy feliz a tu lado. Siento como se balancea la cama, como una barca, meciéndose con las olas del mar. Casi estoy dormido. Tus caricias, un halo etéreo que no pertenece ni al sueño ni a la habitación. Duermo y sueño contigo. Sigo acostado, ahora en la hierba. Tú sigues acariciándome con tu sonrisa. Estás a mi espalda, pero te veo. Es mi sueño. En él lo veo todo, como un dios en su mundo. Todas las noches nacen dioses, no saben que lo son. Por eso son libres en su propia cárcel. Hace tiempo que lo sé. Ahora soy dueño de mi mente, de mi cuerpo. Puedo dominarlo y fundirlo en una idea creada por mí. Cada sensación es el abismo, profundo y negro como el frío del infierno. Tu presencia me roza como un pétalo de rosa desvalido, que cae y me acaricia con su fragancia. Mis sentidos se agudizan al sentirte, provocando tal cantidad de sentimientos contradictorios entre sí que una ola de sal sacude mi espíritu, destruyéndolo y dándole vida al mismo tiempo.
Estoy en el principio del camino, perdida, sin saber a dónde ir. ¿En quién confiar? El dolor de la soledad se apropia de mi alma. Mi mente. Mi voz. Plumas negras del infierno. Una lúgubre perversión de la luz que emana mi ser me arrastra, borrando recuerdos, envenenando mi alma. Soy su esclava. Un espectro sin sentimientos que vaga sin sentido por una calle cada vez más fría. Blanco podrido por dentro. No te acerques por favor. No quiero seducirte, ni amarte, ni robarte tu ilusión, ni tus sueños. Silencio.
Triste silencio que me acompaña.
Necesito alimentarme, no me queda nada por lo que vivir.
Déjame robarte tu alegría. Algo que aparte de mí ese nido de sombras secas.
Necesito saborearte, sentir como quema tu sinceridad. No me dejes caer.
La oscuridad y la melancolía casi han consumido mi cuerpo y mi alma.
Sólo me quedas tú, amor maldito que no quiero poseer.
Intento recordar paisajes mas libianos, intento verme a mi mismo desde otra perspectiva en la misma situación, tal vez no lo logre demasiado y el intento de abstraerme me inpide disfrutar del mismo momento. Me doy cuenta, vuelvo en mi, vuelco mi atención en el asfalto que pasa veloz ante mis ojos, pintado con señales de guerra, blancas, uniformes. Destapo de mi mismo el mas oscuro silencio, dejo mi mente abandonada al ruido continuo y sedante del motor, tampoco me apetece poner musica, solo oir como la goma de las ruedas pasa sobre el asfalto, aun que no lo oiga.
Se me ocurre pensar algo, decido no hacerlo, a fin de cuentas no lo necesito en este momento, el amanecer se levanta entre colores blancos, rojos y azules en lo alto de una montaña hacia la que no me dirijo pero que está ahi, nisiquiera me contempla, no tiene esa cualidad. Pasan minutos en silencio ensordecedor, para mi son horas, para mi deberian ser horas, y observo como un grupo de cigueñas hurgan entre la hierba de los prados al amanecer, petrificadas, inmoviles, nisiquiera me contemplan aun que ellas si tienen esa cualidad, solo rompe la armonia solitaria un hombre que camina por el arcén con una mochila, el si me mira.
Me dirijo hacia el sur por una carretera secundaria de mala muerte, el asfalto está frio, de momento, prontó acabará de salir el sol y empezará a calentar, los colores rojizos sobre las montañas lo delatan, no quiero pensar en nada mas, solo caminar por esta carretera y sentirme solo y libre de cualquier cosa. Mi destino no son las montañas por las que sale el sol, dentro de un rato las dejaré a un lado e intentaré tomar otro rumbo que me lleve a mi destino, a poder ser por un camino de sombra, la carretera absorbe el calor y derrite las suelas de mis zapatillas, se me asan los pies, y entre sudor y desesperación el sonito agrio del plastico despegandose del hormigón a cada paso es un martillo que no me deja pensar en nada que no sea desagradable pero que me reconforta.
Todos necesitamos sentirnos mal alguna vez para encontrar una situación mejor. Trataré de llegar a algun sitio donde poder ponerme a cubierto, tal vez robar algo para comer, no necesito nada mas, el agua cristalina que me proporciona el rio y el aire para respirar y seguir vivo. La comida indispensable para caminar. El horizonte se dibuja despacio, va ganando matices poco a poco, y frente a mi veo avanzar un coche, si fuese en mi misma dirección intentaria que me llevase aun que a estas horas de la mañana no creo que sea demasiado facil que alguien recoja a un autoestopista. Todo transcurre a una velocidad constante y monotona, a mi alrrededor cigueñas, comen o simplemene están ahi quietas, tal vez disfrutando de su vida plena, llena de todo lo que necesitan con un solo puñado de gusanos. Parece que no se asustan por mi presencia, ni tampoco por la del coche que cada vez está mas cerca, llega a mi altura y dentro contemplo al hombre que con el rugir de su maquina rompe la armonia solitaria de este momento. Él también me mira.
Escribir sobre las cosas de uno mismo es dificil, por lo menos para mi, cuando intento escribir algun poema de amor dedicado a quien de verdad me importa acabo exigiendome demasiado, quiero que sea algo genial y perfecto y, claro, nunca lo consigo y acabo desistiendo.
Pero este nació en el IRC un dia que mi amiga Marta me dijo "es que a mi nadie me dedicó nunca ningun poema" y ante tal afirmación me puse manos a la obra! y salió el siguiente poema de supuesto amor.
Yo quería hablarte del viento que surca las montañas e inunda los valles Yo quería hablarte de agua quería hablarte de un suspiro que va mas allá de la distancia empujado por la brisa y que llega hasta ti.
Yo quería hablarte del cielo y contarte todas sus maravillas enseñarte las nubes y aprender contigo a darles forma
Yo quería hablarte del mar de como viene y se va pero siempre esta ahí meciendo nuestros sueños de algún día ser algo más
Yo quería hablarte de mi mismo de cada rincón de mi cuerpo destapar cada poro solo para compartirlo contigo y andar en la noche como gatos furtivos en busca del placer oscuro de la luna
Yo quería hablarte de las estrellas de constelaciones y de paisajes de historias y leyendas y escucharte
Pues acabo de recuperar mis viejos poemas guardados en un diskete por ahi cualquiera y he decidido compartirlos con todo aquel que los quiera leer, ya de paso aprobecharé para ver si me da por escribir alguna que otra tonteria. no son de gran calidad pero era a lo mas que llegaba por aquel entonces (creo que ahora tb es lo mas a lo que puedo llegar) pero bueno, son mios y los pongo aqui por que me sale de ahi! xD
Ahi vá el primero que es el que mas me gusta apesar de no ser muy alegre que digamos.
A Maria (donde quiera que estés)
Fue una noche de plata las almas corrían como caballos desbocados a través del tiempo.
Hubo un estallido en la noche golpe sin sentido que aturdió las almas, segundo callado de miedo y tristeza.
Hubo un instante que vio el desamparo, sus ojos miraron su reflejo en el río, rompieron el espejo de las estrellas en la noche, se oyó un suspiro, sus labios gritaron al mismo tiempo que su cuello estalló.... ese abismo....
Y ahora los árboles preguntan que fue de aquel tiempo que paseabas entre ellos y yo les cuento una historia sin sentido de una noche, un puente, un cristal y un abismo; de un espejo, un instante, un despiste....... y la muerte.........
Tus ojos, como jade puro, se clavan en mi pecho como puñales de un dragón. Me atraviesan y dejan el rastro de tu amor en mis venas, fluyendo como la corriente de un río que teme la sequía. Tirita entre las rocas ásperas, aunque pulidas por el paso de los años. El gris del agua fría, como tu amor ya alejado, congela mi piel al introducirse en la corriente turbulenta que remueve mi alma hasta transformarla en un lugar oscuro, doloroso y lleno de terror. Azul... y ceremonioso, lleno de respeto. Es mi iglesia. Las paredes están pintadas de rojo y dorado, con iconos dibujados de mi vida, que se mueven al son de mis latidos con una arritmia extraña, llena de vida. Es como la música del coro los domingos por la mañana en una procesión fúnebre por las calles grises y mojadas de Nueva York. Gélidos cantos llenan las tristes calles con su muerte anunciada. Los tambores suenan y el clip-clop de los caballos en el agrietado asfalto, hilos negros que tejen figuras en el hormigón. Representan mi dolor por no poder amarte. Siento que caigo por las grietas, abiertas a un mundo en la penumbra... negra noche, que deslumbras, y me arrullas con tu oscuridad. Me envuelves en una luz tenue, arropándome con ternura, aunque falsa. Mi alma, robada. Camuflada en el hedor de tu cariño. No quiero vivir muerta, libérame de tu fino metal construído con espinas de hielo. Corta las cadenas que me atan a tu cárcel de pasión fingida. El rumor de tu mente martillea en mi cabeza. Desesperación. Las paredes empiezan a cerrarse. El techo parece derrumbarse sobre mi cabeza, latiendo angustia. Estoy sudando, gotas agrias como el vinagre cayendo en una herida abierta. Me quema los ojos y lágrimas de sangre comienzan a correr por mi cara, triste y desnuda en un mar de sal e incienso recién quemado. El perfume disimula el hedor putrefacto de nuestros corazones que poco a poco se van apagando, ofuscando mi mente. Derrocando el dolor que cae hacia una luz abismal, clara y brillante. Blanca como la nieve fría y pura. Una sábana teñida de sangre, un cielo mojado de estrellas que ilumina mi camino hasta nuestra habitación, ahora fría y silenciosa. Las cenizas aún en la chimenea. Las brasas que quedaban de nuestros cuerpos, unidos por la fina seda del destino, se han apagado. Sólo las cenizas aún en la chimenea.
Estaba alli, su fragil cuerpo tendido entre esa acolchada superficie de color palido, tenia los ojos cerrados,"parece un angel", está alli en medio de la habitación, presidiendola como si de una conferenciante se tratase, jajajaja, yo la miró y me la imagino alli hablando para todo el mudno y me da una extraña risa que, afortunadamente, pude contener para no romper la magia del silencio.
Me acerque a ella, acaricié su blanca piel, su suave pelo, la miré largo rato en silencio, sin decir nada, me acerque, puedo olerla, aun ahora la huelo como si estubiese alli mismo, pasé mi mano por su mejilla para depues inclinarme y darle un beso, un beso suave y cariñoso, un beso en esa fria mejilla de terciopelo, cerré los ojos, calló una lagrima de mis ojos, incontenible, evite que callese sobre su piel y me incorporé. "Cierre el ataud, ya se la pueden llevar"
Caminas despacio. Sé que te acercas aunque está oscuro y el sonido de tus pies descalzos sobre la madera apenas se oye. Caminaste sola en la noche y encontraste mi casa, negra como el fondo del río. Noto tu presencia en el porche. No sabes a dónde ir.
[Ven, abre la puerta, en casa estarás bien.]
Te acercas, temblorosa, casi por inercia. Mira la puerta, está abierta, sólo tienes que empujarla y entrar. Es una puerta, no te hará daño.
[Entra, no tengas miedo. Fuera hace frío. No va a pasar nada por empujarla.]
Siento tus dedos fríos sobre la puerta, rozándola con un mar de dudas. No lo pienses, el bosque es más peligroso de noche.
Das un paso y pasas a la entrada, sigilosa, dudando, un ligero temblor tintinea en tus pupilas, inseguras en la penumbra. El negro lo cubre todo, excepto el tictac excéntrico de un viejo reloj de pared.
[Camina. En la coqueta de la esquina hay una vela y una caja de cerillas.]
Te mueves perdida en la penumbra, sé que buscas dónde apoyarte y quizá encontrar un interruptor. Yo acercaré la pared. Noto como la tocas, sorprendida y aliviada.
[Sigue la pared, hacia las velas.]
- ¿Hola?
[No disfraces el miedo con el sonido de tu voz, no hay nadie.]
Avanzas a tientas con la mano derecha apoyada en mí, te siento. Oigo tu respiración, lenta y confusa.
[Sigue, la luz está cerca]
Encuentras el candelabro. El tacto es frío e infecta tus dedos de hielo.
[Al lado están las cerillas]
Coges el candelabro y tanteas en busca de algo [cerillas].
[Bien hecho, ahora enciende la vela]
Por un instante dudas de cual es el extremo correcto de la cerilla. Tampoco sabes si la caja trae una zona para rascar, pero la enciendes, y con ella el candelabro. Ahora puedes ver la estancia. Te relajas y te das cuenta del olor a cerrado que flota en el ambiente. El reloj, una mesa, unas sillas, una chimenea... ¿Tan antiguo te parece?
[¿Frío?]
El fuego se ha encendido solo ¿o ya lo estaba? No, no lo estaba, si no no tendrías que haber cogido la vela. Avanzas hacia la mesa y ves unas escaleras al fondo.
[Sube]
Sientes curiosidad. Te acercas y acaricias las tallas que hay en el pasamanos. Son caras de elfos sonrientes en medio de enredaderas.
[Sube]
Miras hacia arriba, al fondo de las escaleras. Está oscuro, pero tienes la vela.
[¡Sube!]
Giras la cabeza hacia el fuego y luego vuelves de nuevo tu mirada al fondo... y pones el pie derecho sobre el primer escalón. Asciendes lentamente, un temblor en cada escalón. Estás a punto de llegar al piso de arriba. ¿Le tienes miedo a la oscuridad? Entra una ráfaga de viento y apaga la vela. Se ha abierto una ventana que hay al final de la escalera y la corriente ha apagado tu luz. Quieres bajar.
[Tranquila, la luz de la luna ilumina el pasillo.]
Por un momento se ha acelerado tu corazón. Tu curiosidad es más fuerte que tú y caminas por el pasillo. A tu izquierda hay tres puertas rojas. Al fondo, una azul. Te das la vuelta y decides bajar a por las cerillas.
[N-o v-a-s a b-a-j-a-r]
Vuelves apresurada a las escaleras y te asustas. No esperabas que la enredadera lo hubiera cubierto todo, retorciéndose como cientos de serpientes asidas a los escalones. ¿Y los elfos? Están gritando en un silencio sobrecogedor, no tienen lengua. Te miran desde sus cuencas vacías como implorando compasión. Tu cuerpo no reacciona, pareces esculpida en mármol y, de pronto, comienzas a correr hacia el fondo del pasillo.
[No, a la puerta azul, no]
Giras el pomo de la tercera puerta roja. No abre. Miras a la azul, asustada, y te diriges a la segunda puerta roja mientras vigilas la escalera. Las enredaderas ya están al principio del pasillo y la puerta no abre. Vas a la primera puerta, las enredaderas están muy cerca. No puedes abrirla. Sales corriendo hacia la puerta azul justo antes de que te roce una de las ramas-serpiente.
[¡A la puerta azul no!]
Se abre a la primera, entras y cierras, aterrorizada. Pasas el pestillo y te quedas, acurrucada, al lado de la puerta, llorando en silencio. Necesitas luz. No lo ves, pero hay un tiesto en el centro de la habitación y un árbol crece ahora hasta llenar el techo con sus ramas.
[Tu regalo.]
Unas fresas ígneas comienzan a brotar, iluminando la estancia con una suave luz rosácea. Te giras para sentarte con la espalda apoyada en la puerta y ves el tiesto. Está decorado con unos extraños dibujos azules sobre un fondo blanco. Es relajante. He acertado con el regalo.
[Abre el baúl que hay a tu izquierda]
Te levantas, despacio, para mirar más de cerca las fresas. Tienen unas hojas alargadas semejantes a las de una piña. Las miras embelesada y piensas que esto no es real, pero sabes que sí lo es. Te acercas al baúl.
[Ábrelo]
No quieres abrirlo, lo abriré yo. El baúl se abre, dentro hay un cuadro. Una chica te mira, al fondo se ve la luna llena. Inconscientemente miras a la ventana, y la misma luna es la que se ve a través de los cristales. Te acercas a la ventana, y la abres. Miras a la luna y luego al suelo.
[¡Salta!]
No quieres hacerlo, pero algo te está diciendo que es lo que debes hacer.
[¡¡¡Salta!!!]
Y saltas al vacío. La noche se vuelve blanca, una luz cegadora que lo envuelve todo. Te levantas del suelo sin saber porqué no estás muerta y la luz se apaga paulatinamente quedando todo iluminado por la luna. Sientes un leve cosquilleo en los pies, es algo que se mueve. Te apartas y ves que bajo tus pies están naciendo flores. Extrañas y doradas. Son preciosas. Crecen hasta llegarte a las rodillas. Andas un poco, esquivándolas, pero nacen más a tu alrededor, no importa a dónde vayas, las flores te siguen. Te arrodillas para verlas más de cerca, parecen tan vivas... Unas gotas de savia humedecen los pétalos como perlas. Rozas una con tus dedos y la pruebas. Levantas la vista y me ves, sonriente, delante de ti. Me miras y sabes que no voy a hacerte daño.
lycra muerta cubre mis ojos polyesther... soy polyesther. mi aliento está seco, confundido con perlas de aire llorando diamantes azules afilados, que cortan mi suave piel pétrea gotas de nieve caen sobre el desierto negro de mi noche perpetua fuente de la ira y la desesperación que cubre con cuchillas mis venas, pequeño moho de mi corazón mi angustia mi no ser. mi vacío, caverna de dolor, sepulcro de la nada muerte ígnea que se esconde tiene miedo y frío y explota como cenizas de un volcán al llegar a la superficie de mi boca, árida de sal. dos hojas caen. son mis dientes, pútridos de fe por despertar. deja que el ángel venga a buscarlos. tronarán los cielos, cantará el buitre la sangre se tornará verde, como el mar y seré un río de plástico sucio. sonríe al mar, Dulcinea. Chicken Little, Chicken Little! The sky is falling! The sky is falling! El abedul cae, cansado, angustiado por mi llanto. Su caída es lenta, aterciopelada, como las notas fúnebres cuando se arrastran por la hierba. El susurro del grillo me canta al oído, calmando mi alma, durmiendo mi despertar. Se relaja mi corazón, y duele, está rodeado de alfileres, cada latido, una triste pluma azul. el pinchazo como una espada clavada en mi ser, las lágrimas carmesí corren de la herida resbalan por mi tez y rozan mis labios. Lloro de felicidad.
Sol, pero esta vez más tierno. Es perfecto, el calor que sobra se desvanece con la caricia fresca que viene nadando sobre la hierba. Cierro los ojos y dejo que las imágenes que aún hay impregnadas en mi pupila se desvanezcan. Me gusta la soledad, el silencio, aunque no total: el murmullo lejano de una cascada hace una buena música de fondo. Quizás esté sonando algo de Bach, aunque es tan tenue que apenas puedo reconocerlo.
Me tumbo y abro los ojos. Me gusta el cielo así, como un mar profundo con ligeras manchas de lino blanco. Parece un sueño. ¿Será un sueño? Puede ser, pero quiero disfrutarlo. Nunca tengo tiempo para relajarme [verde]. El tiempo no es mío, al menos no hasta ahora. Estos segundos son totalmente míos.
Es muy agradable respirar el aire puro aquí, tirado en la hierba. Me siento parte del mundo. Casi podría sentir como late la tierra. Soy pequeño, un diminuto lunar en la cuna del mundo. Y soy grande, pertenezco a todo esto. Somos uno solo.
Me incorporo y miro a mi alrededor, despacio, deleitándome con cada ola verde que surca la colina. Es raro que no note humedad después de estar tanto tiempo tumbado en la hierba.
El horizonte se recorta como una sierra de dientes desgastados. Son árboles de un bosque negruzco y variado.
Tengo ganas de pasear. Me levanto y me dirijo a un camino que hay un poco más abajo. Más que un camino es un tipo extraño de acera, toda de madera oscura [arena]. Casi podría ser ébano, pero su tono es oscuro por lo vieja y gastada que está, no por los árboles [arena de playa] de los que está hecho.
Camino tranquilo. Cloc, cloc, cloc, cloc. Mis zapatos, a pesar de no tener tacón, repiquetean a cada paso con un monótono y sordo [el mar] "Cloc".
Ha debido pasar media hora, parecen sólo minutos. Dos. Estoy al lado del bosque y ya no veo el horizonte. Ya sé de qué madera está hecho el camino. Son vigas como las de las vías del tren, colocadas una detrás de otra como un parquet gigantesco. Los árboles son como ciudades en miniatura, casi puedo adivinar como gente diminuta se desplaza bajo la corteza. Es la savia, la vida, donde todo comienza [Finlandia?].
Me acerco a uno de los árboles y apoyo mi mano sobre la corteza. Late, siento bombear su corazón aunque sé que no es posible. Miro más de cerca. Forzando algo la vista incluso parece que tiene venas. Arranco una escama de la corteza. ¿Líquido naranja? ¿Sangre? Zumo fértil, afrutado. Miro al cielo y ha oscurecido. Un día entero en unos segundos. Las estrellas tiemblan entre el murmullo de las hojas y ya ha amanecido la luna. Los árboles no son árboles, son palmeras. La brisa nocturna es cálida, y mece las ramas acompasadamente en un susurro ilegible de felicidad. Deben estar bailando. Como el arroz.
Y me duermo en mi sueño, mecido por la arena de la playa.
Una espada vive dentro de mí. Está esperando a salir para cortarte con su filo. Estará manchada con mi sangre, que se mezclará con la tuya en una espesa y caliente mancha rojiza. Barro moldeable, roto para siempre. Aléjate. No quiero quemarte.
Moldeas la oscuridad a tu antojo, y me cubres con ella. Tengo miedo de que llegue la noche, porque estarás ahí, vigilándome, aunque no pueda verte.
Tengo hambre. Debo llevar mucho tiempo aquí, acurrucado y mirando al infinito. Te esperaré con los ojos abiertos. Tendrás que mirarme mientras apagas mi vela.